1. "Cómo Vencer los Celos" Salmos 37.4-6 "Deléitate
asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda
a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará. Exhibirá tu justicia como la
luz, y tu derecho como el mediodía"
Lo
que comienza como una sencilla comparación entre nuestra vida y la de otra
persona puede rápidamente llegar a ser un problema terrible. Los celos
son como una bola de nieve que se hace cada vez más grande, y sus consecuencias
suelen ser devastadoras.
La
confusión, ansiedad y resentimiento pueden inundar a un corazón envidioso y
distorsionar los pensamientos, hasta que sea casi imposible mantener el plan de
Dios a la vista. Nuestro enfoque viene a ser lo que no tenemos, lo que nos
lleva por el paralizante camino del resentimiento hacia otras personas que
tienen el objeto o la cualidad que nosotros deseamos. Luego, el temor a no
dar la talla puede dominar nuestros pensamientos, dando lugar a un
comportamiento irracional y a relaciones rotas. Además, la envidia
deshonra al Señor.
Aunque Dios tiene un hermoso plan para cada uno de sus
hijos, los celos dicen: “Yo me merezco más de lo que me has dado; por tanto, no
creo que me estás dando, en realidad, lo mejor”.
Si usted detecta señales de envidia en su vida, arrepiéntase.
Aprecie lo que Dios está haciendo en la vida de la otra persona, y no se enfoque
en la suya.
Dele gracias por la forma como Él está bendiciendo a la otra
persona, y pídale que ponga amor en su corazón por ella. Luego, vuelva a
centrar su atención en la obra que el Padre celestial está haciendo en usted.
Por último, memorice y medite en los versículos de hoy (Salmos 37.4-6).
Si usted siente celos, está perdiendo lo mejor que Dios le tiene. No
espere más para encarar ese pecado que crecerá si no le hace frente. Dios tiene el poder para ponerle fin a
los celos que hay en su corazón.
2. "La Lucha con los Celos" 7 dic. 1 Samuel 18.5-16 "Y
salía David a dondequiera que Saúl le enviaba, y se portaba prudentemente. Y lo
puso Saúl sobre gente de guerra, y era acepto a los ojos de todo el pueblo, y a
los ojos de los siervos de Saúl. Aconteció que cuando volvían ellos, cuando
David volvió de matar al filisteo, salieron las mujeres de todas las ciudades
de Israel cantando y danzando, para recibir al rey Saúl, con panderos, con
cánticos de alegría y con instrumentos de música. Y cantaban las mujeres que
danzaban, y decían: Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez
miles. Y se enojó Saúl en gran manera, y le desagradó este dicho, y dijo: A
David dieron diez miles, y a mí miles; no le falta más que el reino. Y desde
aquel día Saúl no miró con buenos ojos a David. Aconteció al otro día, que un
espíritu malo de parte de Dios tomó a Saúl, y él desvariaba en medio de la
casa. David tocaba con su mano como los otros días; y tenía Saúl la lanza en la
mano. Y arrojó Saúl la lanza, diciendo: Enclavaré a David a la pared. Pero
David lo evadió dos veces. Mas Saúl estaba temeroso de David, por cuanto Jehová
estaba con él, y se había apartado de Saúl; por lo cual Saúl lo alejó de sí, y
le hizo jefe de mil; y salía y entraba delante del pueblo. Y David se conducía
prudentemente en todos sus asuntos, y Jehová estaba con él. Y viendo Saúl que
se portaba tan prudentemente, tenía temor de él. Mas todo Israel y Judá amaba a
David, porque él salía y entraba delante de ellos"
Todos
tenemos expectativas, deseos y esperanzas, pero nuestro plan no es siempre
lo mejor que Dios tiene para nosotros. Y lo que vemos que otros están
experimentando puede no ser lo que Él tenga reservado para nosotros. Si
usted se compara con los demás, ¡tenga cuidado! Los celos están acechando cerca.
Pensemos
en Saúl, por ejemplo. Fue elegido por el Señor para ser el primer rey de
Israel, y recibió éxito y poder. Sin embargo, cuando escuchó que las mujeres
alababan a David por su gran victoria sobre Goliat, sintió envidia, y los celos
se apoderaron de él. Empezó a temer que perdería el reino, y al final sus
sentimientos lo llevaron a la pérdida de relaciones, posición y poder.
Este
puede parecer un ejemplo extremo. Sin embargo, si nos examinamos
sinceramente, es posible que encontremos que hay envidia escondida en alguna
parte de nuestro corazón. Haga esta sencilla prueba. Pregúntese:
¿Hay alguien cuyo éxito
material, físico o social me hace sentir disgusto, malestar o ansiedad?
Muy
a menudo, la inseguridad, el egoísmo o el orgullo están detrás de una
actitud de celos. De hecho, los tres son evidentes en la vida de Saúl.
Tenía miedo de ser superado; no quería compartir la gloria con David y le
resultaba insultante que un simple joven pastor de ovejas hiciera mejor papel
que un rey.
El
engaño de la envidia es que nunca podemos ver todo el panorama en la vida de
alguien. Solo Dios ve lo que hay más allá de lo exterior. Por eso, nuestros
ojos deben centrarse solo en nuestro andar con el Señor. Así como Él nos creó a todos diferentes,
su plan para la vida de cada persona es único. (De Encontacto)