MEDITACIÓN 30 DIC.
Isaías 50:4-10 "Jehová el Señor me
dio lengua de sabios, para saber hablar palabras al cansado; despertará mañana
tras mañana, despertará mi oído para que oiga como los sabios. Jehová el
Señor me abrió el oído, y yo no fui rebelde, ni me volví atrás. Di mi
cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban (arrancaban,
estrujaban) la barba; no escondí mi rostro de injurias y de esputos
(secreciones por la boca). Porque Jehová el Señor me ayudará, por tanto no me
avergoncé; por eso puse mi rostro como un pedernal, y sé que no seré
avergonzado. Cercano está de mí el que me salva; ¿quién contenderá conmigo?
Juntémonos. ¿Quién es el adversario de mi causa? Acérquese a mí. He aquí que
Jehová el Señor me ayudará; ¿quién hay que me condene? He aquí que todos ellos
se envejecerán como ropa de vestir, serán comidos por la polilla. ¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová, y oye la voz
de su siervo? El que anda en tinieblas y carece
de luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios."
En algún momento todos los cristianos hemos
visto a la obediencia como una manera de evitar las consecuencias de la
desobediencia, y por eso hemos sentido que es una carga pesada. Cuando Dios,
en realidad, lo que quiere es que nuestro camino de fe esté motivado por
nuestro amor a Jesucristo, y por el deseo de agradarle. La obediencia tiene que ver con descubrir más acerca de Dios,
no con evitar consecuencias negativas.
La razón por la cual asociamos la
obediencia a Dios con una carga, es porque le tememos a las decisiones que
tendríamos que tomar. Sin embargo, el Señor no nos pide que hagamos más de
lo que podemos manejar. Nuestra obediencia en los asuntos más pequeños de
la vida nos prepara para asuntos más grandes. Cuando ponemos la confianza en la
omnipotencia del Señor, y actuamos según su voluntad, la vida se vuelve
emocionante. No debemos tener miedo, porque Dios
ya sabe el resultado de nuestra obediencia —y podemos confiar en su promesa
(Romanos 8.28).
Sabemos que si damos un paso de obediencia,
se nos pedirá después que demos otro. Es por eso que andar
por fe es tan emocionante, porque cada paso
nos lleva a una nueva bendición. Aunque a veces pensemos que las
situaciones de las cuales Él se ocupa no están relacionadas, el Señor
continuamente nos mueve mediante diversas circunstancias hacia sus planes.
Las decisiones pequeñas pueden parecer
insignificantes, pero ellas conducen a toda una vida de caminar con Dios.
(de Encontacto.org)
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