MEDITACIÓN 3 DIC.
Hebreos 4.14-16 "Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que
traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra
profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de
nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza,
pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la
gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro."
¿Por qué algunas personas enfrentan
los problemas de la vida con confianza y valentía, mientras que otras son
atormentadas por la duda y el fracaso? Una razón es que mucha gente tiene
una idea equivocada de quién es Jesús. Lo conocemos como el Pan de Vida y
el Agua de Vida, pero ¿cuántos de nosotros le conocemos como nuestro gran
sumo sacerdote?
La
Biblia nos dice que Jesús “debía ser en todo semejante a sus hermanos, para
venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote” (Hebreos 2.17). Y Hebreos
4.15 añade: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de
nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza,
pero sin pecado”. Esto significa que Jesús entra a nuestra vida y experimenta
nuestros dolores, sufrimientos y sentimientos de culpa junto con nosotros.
¿Ha
sido usted alguna vez rechazado a pesar de haberse esforzado al máximo, y
haberse entregado por completo?
Piense en esto: ¿Acaso ha sido alguien más rechazado que Jesucristo? Él
está personalmente familiarizado con esa clase de dolor. ¿Alguna vez un ser
querido le dijo que no, le cerró la puerta y se marchó? Usted pudiera
preguntarse si Jesús sintió alguna vez un dolor así.
Sí, lo sintió. Su
propio pueblo lo rechazó. ¿Entiende Cristo, el Inmaculado, nuestros
sentimientos de culpa? Sí. La Biblia dice que el Padre puso todos los pecados
del mundo sobre Él. Jesús llevó la culpabilidad de toda la humanidad.
(De Encontacto.org)
Y si crees éstas palabras, es tiempo de que lo recibas
como tu Señor y tu Salvador. Dile: Jesús, hoy reconozco que he pecado,
que moriste por mí en la cruz; y que eres el verdadero sumo sacerdote; Y hoy quiero
recibirte como mi único y suficiente Salvador. Escribe mi nombre en el
libro de la vida. En el nombre de Jesús. Amén
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