MEDITACIÓN DIC. 18
Juan 15.12-15 "Este es mi mandamiento: Que se amen unos a otros, como
los he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por
sus amigos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya
no los llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero los
he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, yo las he dado a
conocer"
Dios,
a veces, nos parece muy lejano. En esos momentos nos preguntamos qué tan
involucrado está en nuestra vida. Es entonces cuando debemos confiar en lo que
ha dicho en las Sagradas Escrituras. Por ejemplo, Salmos 139.13-17 dice que el Señor nos formó en el vientre de nuestra madre;
Él nos ama incondicionalmente y tiene planes de
prosperar nuestra vida espiritual a través de su Hijo (Filipenses 1.6).
Estas verdades nos confirman que Dios nos conoce mejor que nadie.
La vida
del Señor Jesús es otro testimonio del deseo de Dios de relacionarse con
nosotros. El Señor siempre buscó a los que estaban
lejos para invitarlos a acercarse a Él. Dio palabras de aliento a sus
discípulos y a otros seguidores, les enseñó las profundas verdades que había
recibido de su Padre (Juan 7.16), y los responsabilizó de sus acciones. Invitó
a algunos a acompañarles en sus profundas experiencias personales, como en la
transfiguración y la última noche en Getsemaní (Marcos. 9.2; Mateo 26.36, 37).
Todo esto revela una amistad verdadera.
La muerte de Jesús en la cruz hizo posible que pasáramos a
formar parte de la familia de Dios.
El Espíritu Santo, el guía y compañero que mora en todo creyente, da testimonio
también de la cercanía de Dios y de lo bien que nos conoce.
(De Encontacto.org)
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