Viernes 30/9/16
Mateo 16.13-18 "Viniendo Jesús a la
región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen
los hombres que es el Hijo del Hombre? 14 Ellos dijeron: Unos,
Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. 15 Él
les dijo: Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? 16 Respondiendo
Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. 17 Entonces
le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo
reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. 18 Y
yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia;
y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella".
La pregunta se mantenía en
el aire como una espesa niebla. Había un silencio absoluto. El pequeño grupo
que estaba alrededor de Jesús miraba con estupefacción, demasiado asustados o
inseguros para poder hablar. No sabían qué decir en respuesta a la pregunta del
Señor: “¿Quién decís vosotros que soy yo?”
Entonces, como si una mano
invisible hubiera accionado un interruptor, dándole un discernimiento perfecto,
Simón Pedro levantó su cabeza. Sostuvo la mirada de Jesús, y dijo: “Tú eres el
Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Pedro no se equivocó.
Llamar a Jesús “Cristo” e
“Hijo de Dios” no era algo sin importancia en los tiempos bíblicos. Tal
afirmación llevó a la muerte a muchos creyentes, ya que las autoridades judías
y romanas perseguían a los cristianos que estaban dispuestos a dar la cara por
su fe. Aun algunos que caminaban lado a lado con Jesús y que con emoción
tomaban parte en su ministerio, a veces dudaban en llamarlo “Cristo”. Era un
riesgo enorme. Por eso, a veces permanecían callados mientras seguían adelante
con su trabajo en favor del reino.
¿No es interesante que la
iglesia hoy tenga a menudo el mismo problema? Muchas personas se apresuran a
exclamar: “¡Jesús es el Señor!”, pero no se ocupan de su obra.
¿Hay alguna disparidad
entre lo que usted profesa con su boca, y lo que está haciendo para el reino de
Dios? Jesús nos llama a ser íntegros en testimonio y en hechos.
Si su confesión es “Jesús es el Señor”, entonces su vida debe reflejar su
valiente posición. ¿Qué pudiera usted hacer hoy para mostrar su fe a otros? (De Encontacto.org)