Meditación 28/09/16
Lucas 5.1-7 "Aconteció que estando Jesús junto al
lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios.
Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los
pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes. Y
entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la
apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la
multitud. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar
adentro, y echad vuestras redes para pescar. Respondiendo
Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos
pescado; más en tu palabra echaré la red. Y habiéndolo hecho,
encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía. Entonces
hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen
a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se
hundían".
Obedecer
a Dios en las cosas pequeñas puede traer grandes bendiciones. El pasaje de hoy
ilustra este principio. Simón Pedro, un
pescador experimentado, había trabajado toda la noche sin pescar nada. Estaba
en la playa terminando su trabajo cuando Jesús se le acercó. El Señor quería
hablar desde su barca a la multitud que estaba en la orilla de la playa. A
pesar de una larga e infructuosa noche de trabajo, Pedro aceptó que Jesús
utilizara la embarcación. La multitud fue bendecida al ver y escuchar predicar
a Cristo.
Las
peticiones que Dios nos hace pueden llegarnos en momentos no oportunos o
inesperados. Podemos sentirnos tentados a dejar que otra persona responda
nuestro llamado, pensando que no importa quién sea el que obedezca. Pero recuerde
que los planes de Dios son para nuestro bien (Jeremías 29.11).
Más
tarde, Jesús hizo una segunda petición a Pedro: que dirigiera la barca a aguas
más profundas, y que echara las redes. El pescador expresó las pocas
probabilidades de pescar algo, pero hizo lo que Cristo le pidió. La
obediencia de Pedro dio como resultado abundancia para la multitud, los demás
pescadores, sus familias y él mismo.
Pedro
no obedeció para ser recompensado, pero eso sucedió. Sus simples actos de
obediencia llevan a mayores oportunidades de servicio y de bendiciones. Algunos actuamos como si la obediencia en
las cosas pequeñas careciera de importancia, pero la historia de Pedro nos
enseña lo contrario. Comprometámonos a obedecer las instrucciones del
Señor en todo, confiando en que toda obediencia será para nuestro bien. (De Encontacto.org)
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