Colosenses 4.2 “Perseverar en la oración, velando en ella con acción de gracias”. Amén.
El Señor Jesús se apartaba a menudo para
pasar momentos de quietud con su Padre (Lc.5.16). Y si Él lo necesitaba, ¡cuánto
más nosotros!
Quienes hacen todo ellos solos, se cansan de
llevar cargas innecesarias.
Cuando estamos agotados espiritual, emocional
o físicamente, somos susceptibles al desánimo, a lo que le sigue la
duda.
El creyente sumergido en la oración y la
lectura de las Sagradas Escrituras encuentra seguridad en el poder y la
presencia de Dios.
A Josué se le exhortó a meditar en la Ley. Y su éxito dependería
de obedecer la voluntad del Padre celestial (Jos.1.8-9).
Mantener al Señor en el centro de nuestra
atención, genera confianza. Si sigues cuestionando la fidelidad
de Dios siempre buscarás refugio en los lugares menos indicados.
Es cierto que dejar de orar nos hunde, pero el daño puede revertirse en cualquier momento:
a. Confesándole al Señor
que has dejado de orar.
b. Haciendo nuestro mejor esfuerzo de pasar tiempo diario con Dios.
Recuerda: El desánimo
invade cuando se trata de llevar la carga solos; sin embargo, la ayuda
que necesitamos está a solo una oración de distancia.
Feliz día. ¡Dios te
bendiga!
Evangelista Wilda
Messina
(Referencia:
En.Contacto)