MEDITACIÓN 30 NOV
2 Pedro 1.12-21 "Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas
cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente.
Pues tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación;
sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo
me ha declarado. También yo procuraré con diligencia que después de mi
partida vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas.
Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor
Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con
nuestros propios ojos su majestad. Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y
gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi
Hijo amado, en el cual tengo complacencia. Y nosotros oímos esta voz enviada
del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo. Tenemos también la
palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos
como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día
esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo
primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación
privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los
santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo."
En
todo el mundo, incluso dentro de la iglesia, uno puede encontrar una amplia
variedad de creencias acerca de Dios.
Para evitar la confusión y el engaño tenemos que conocer algunas verdades
esenciales sobre el Señor.
La inerrancia de la Biblia. A menos que una persona tenga una creencia firme
en esta doctrina, todas sus ideas acerca del Señor serán subjetivas. La
Biblia es el pensamiento de Dios, escrito sin errores por hombres gobernados
por el Espíritu Santo. El cumplimiento de la profecía es la prueba de que este
libro jamás se equivoca (Isaías 48.3).
Una comprensión precisa de Dios. El Señor es un ser divino expresado en tres personas:
Padre, Hijo y Espíritu Santo. Son iguales en todos los sentidos, pero sus
tareas son diferentes. Piense en el Padre como el iniciador, en el Hijo como
el ejecutor, y en el Espíritu como el energizante. Los tres estuvieron
involucrados en la creación, así como en el plan de salvación.
El
Hijo, que ha existido desde siempre, vino a la tierra a nacer de una virgen. Él
es el Dios-hombre, después de haber añadido humanidad a su divinidad. Vivió una
vida perfecta, murió por nuestros pecados, se levantó corporalmente de la tumba
y ascendió al Padre en el cielo. El Espíritu Santo es nuestra fuente de poder.
Mora dentro de todo creyente en Cristo, transformando el carácter, revelando la
verdad y dando fuerzas para obedecer a Dios.
(De EnContacto)