REFLEXIÓN 18 NOV.
A veces andamos
por caminos que creemos son los mejores, pero al final nos damos cuenta del
gran error. Con frecuencia pensamos que hay mejores maneras de hacer las cosas,
que como Dios las hace. Es por eso, que a veces, emprendemos ciertos proyectos,
y al final nos damos cuenta que Dios tenía razón, que era mejor haber hecho Su
voluntad...Sus planes siempre son perfectos…
1) No siempre lo que hacemos es por la
voluntad del Señor (Génesis 11:1-3).
"Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas
palabras. Y aconteció que cuando salieron de oriente, hallaron una llanura en
la tierra de Sinar, y se estabecieron allí. Y se dijeron unos a otros: Vamos,
hagamos ladrillo y cozámoslo con fuego. Y les sirvió el ladrillo en lugar de
piedra, y el asfalto en lugar de mezcla." Este texto nos enseña que
había una sola lengua en toda la tierra. Los hombres vienen a la llanura de
Sinar (más tarde Babilonia). La Biblia nos dice que allí se
establecieron, pero el mandamiento de Dios era llenar toda la tierra, éste fue
el comienzo de la desobediencia. Cuando no obedecemos al Señor, nuestro corazón
emprende proyectos que aunque sean de gran tamaño caerán pues no tiene Su
respaldo.
2) El ego del hombre puede llevarlo a
hacer ciertas cosas, pero al final no serán bendecidas. Esta gran
torre nace en el corazón humano, no en el corazón del Señor. Éste proyecto nace
en el ego humano, y procura la grandeza, ellos querían el lugar más alto (vemos
que este fue el mismo deseo del lucero de la mañana y razón por la cual se
rebeló, fue expulsado del cielo perdiendo todos sus privilegios celestiales, y
se convirtió en diablo y satanás). Hay cosas que hacemos que nacen, no por
dirección de Dios, sino por nuestro orgullo.
3) El duro trabajo y esfuerzo no
obliga a Dios a bendecir. Aunque invirtamos esfuerzo y duro trabajo, no por
eso debemos concluir que es de Dios lo que estamos haciendo. Muchas veces hacemos
o dejamos de hacer las cosas por razones como el orgullo, el enojo,
competencia, la envidia, soberbia, etc. Podemos concentrar todas nuestras
fuerzas y tiempo, pero eso no significa necesariamente que lo que estamos
haciendo es de Dios, o que está obligado a bendecirnos en lo que hemos
emprendido. Es vital estar seguros de la dirección divina, y pesar los motivos
de nuestro corazón.
4) Nuestras acciones y razones no
siempre son del agrado del Señor (Génesis 11:4). "Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya
cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos
sobre la faz de toda la tierra." 1: Los motivos del corazón de ellos
estaban muy lejos del corazón de Dios. El Señor quería que llenaran la tierra
pero ellos no lo hicieron, más bien se concentraron en un solo lugar y su
objetivo era llegar al cielo, y levantar su nombre en alto, olvidando que el
único Nombre que esta sobre todo es el del Señor. 2: Dios pesa nuestro corazón y las
razones por las que hacemos las cosas. Las Escrituras nos enseñan que “Jehová
descendió para ver”, ésta frase nos dice que el Señor percibió, exploró,
examinó, evaluó, lo que el hombre estaba haciendo. Esto nos recuerda que
nuestro corazón es observado y examinado por los ojos de Dios para aprobar o no
lo que hacemos o pensamos hacer. Recordar que: Sólo los planes del Señor son perfectos.
Jesús dijo:
“Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mateo 11.29 ), el Señor nunca busca los suyo propio, su anhelo
y deseo de vida fue hacer la voluntad del Padre celestial. Sea ésta nuestra
inspiración también. Al Señor pidámosle ayuda para hacer Su voluntad, y que
nuestro gozo sea cumplir con Sus propósitos. Amén.
(De: Mensajesysermonesparapredicar)
3) El duro trabajo y esfuerzo no obliga a Dios a bendecir. Aunque invirtamos esfuerzo y duro trabajo, no por eso debemos concluir que es de Dios lo que estamos haciendo. Muchas veces hacemos o dejamos de hacer las cosas por razones como el orgullo, el enojo, competencia, la envidia, soberbia, etc. Podemos concentrar todas nuestras fuerzas y tiempo, pero eso no significa necesariamente que lo que estamos haciendo es de Dios, o que está obligado a bendecirnos en lo que hemos emprendido. Es vital estar seguros de la dirección divina, y pesar los motivos de nuestro corazón.
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