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2 Corintios 5.17, 20 “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios”. Amén.
La metamorfosis de una oruga es algo maravilloso. Desaparece en una crisálida creada de su propio cuerpo, y en poco tiempo emerge una delicada y hermosa mariposa.
Nuestro cambio a la salvación es aún más radical y milagroso. De un corazón depravado, pecaminoso y con sentencia de muerte, Dios hace surgir una criatura nueva: una que ha sido perdonada y justificada, y en la que reside su Santo Espíritu.
Si hemos sido transformados después de poner nuestra fe en Cristo como Salvador, ¿por qué seguimos luchando con el pecado?
La respuesta es que seguimos estando en cuerpos carnales sujetos al pecado. Mientras estemos en este mundo, habrá una batalla continua entre el Espíritu y la carne.
A lo largo de nuestra vida, -si se lo permitimos a Dios- nos irá conformando a la semejanza de su Hijo. Y Su Espíritu, que mora en cada creyente, nos ayudará a combatir el pecado y nos enseñará a vivir con rectitud.
El proceso llamado santificación es una acción que dura hasta ser llamados a nuestro hogar celestial.
En la medida que nos rindamos al Espíritu, nuestra conducta y pensamientos se verán transformados.
Feliz día. ¡Dios te bendiga!
Evangelista
Wilda Messina
(Referencia:
En.Contacto)
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