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Mateo 5.48
“Sed, pues, perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Amén.
Es habitual escuchar al cristiano decir: “No tienes que ser perfecto; Dios te ama como eres”. Si bien esa afirmación es cierta, falta un elemento para que la imagen esté completa.
Sí, es bien cierto que el amor del Señor es incondicional; no podemos hacer nada para cambiarlo. Se trata de una perfección que trasciende nuestra comprensión: que no se debe a nuestro buen desempeño, sino a la disposición de entregar nuestra vida diariamente a Dios.
La expresión de que seamos santos, porque Dios lo es, en vez de verla como una mera expectativa, pensemos en ella como una invitación.
Dios da ferviente bienvenida a la vida abundante, a la sanidad del alma, y a la recuperación del verdadero yo. Eso es lo que se conoce como el proceso de santificación.
Ser santo no es ser impecable, es tratar de llegar a ser cada vez más como Cristo. Lo cual solo es posible aceptando su invitación cada día.
“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3.18).
Recuérdalo: No tienes que ser perfecto, pero si trascender diariamente en la comprensión y practica de la santidad.
Feliz día. ¡Dios te bendiga!
Evangelista
Wilda Messina
(Referencia: En.Contacto)
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