1 Corintios 13.4-8 “El amor es sufrido y benigno; no tiene envidia, no es jactancioso ni se envanece; no hace nada indebido, tampoco busca lo suyo; no se irrita ni guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, lo cree, lo espera y lo soporta. El amor nunca deja de ser…”. Amén.
En el pasaje de hoy, el apóstol Pablo habla del amor y su primacía sobre conocimiento, generosidad o sacrificio (vss.1-3). Luego describe la naturaleza del amor bíblico, ese que es paciente, bondadoso, humilde y amable (vss.4-7).
Practicar ese tipo de amor no siempre es fácil. Hay veces que tenemos que esforzarnos, pues no surge de manera natural.
El amor puro pone a los demás, primero, incluso cuando nuestras inclinaciones claman por tomar la posición más alta para nosotros.
Una actitud humana común es no ser amables hasta que otros se disculpen o cambien. Tristemente, se recuerda el agravio mucho tiempo después de que haya ocurrido.
Pero, si leemos Lucas 23.34, podemos ver que eso no es lo que hizo Cristo, sino que amó a todos, aun siendo pecadores.
Estamos llamados a amar, tanto al Señor como a quienes nos rodean. Su Espíritu Santo nos ayuda a aprender cómo interesarnos profundamente por los demás.
Experimentar y demostrar el amor del Padre, debe ser una de las mayores alegrías en la vida del creyente. Y a medida que nuestro amor por Dios crece, aprenderemos a amar verdaderamente a los demás.
¡Que
Dios te bendiga con su inmenso amor!
Evangelista
Wilda Messina
(Referencia:
En.Contacto)
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