2 Corintios 1.3-5 “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. Porque, de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también, por el mismo Cristo, nuestra consolación”. Amén.
Durante
su tiempo de sufrimiento, Job formuló una pregunta desafiante: ¿Recibiremos
de Dios el bien, y el mal no? (Job 2.10). Es que la adversidad tiene
cabida en el plan de Dios. Él sabe cómo consolarnos en cualquier tribulación,
para que podamos también consolar a otros.
Piensa
en quién buscas cuando te sientes triste. ¿A alguien
que haya sentido tu mismo dolor? Quien haya transitado el camino en el que
nos encontremos, puede entender nuestro sufrimiento y aconsejarnos sabiamente.
Según
el apóstol, pasar por experiencias dolorosas nos prepara para ser estímulo a
quienes pasen por algo parecido más adelante. Por lo tanto, aceptemos la
adversidad que Dios mande, y decidamos aprender.
Como
sus siervos, estemos dispuestos a recibir cualquier preparación necesaria
para cumplir su voluntad, incluyendo dolor.
Pero
allí, confiemos en que el Padre celestial nos ama y tiene un plan y
un propósito perfecto para todos.
¡Que Dios te bendiga!
Y te permita entender por lo que estés pasando.
Evangelista
Wilda Messina
(Referencia: En.Contacto)
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