Juan 9.1-3, 5-6 “Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo. Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego”. Amén.
Hoy vemos como el Señor Jesús iba de camino a algún
lugar, y supo detenerse para sanar a un ciego. Él se detuvo, y una
persona cambió para siempre.
Él dijo: “Yo soy la luz del mundo”, antes de aplicar barro a los ojos del ciego. Qué
extraño se ve ese acto para corregir la visión. Pudiera pensarse que era una
práctica médica de la época. O un nuevo acto, ya que el barro recuerda
a Dios formando a Adán, del polvo de la tierra.
Lo que sí es cierto, es que el barro y la saliva
se convirtieron en instrumentos en las manos sanadoras del Señor Jesús. Partiendo
de ese hecho, ¡por qué no considerar lo que Dios puede hacer en medio de
nosotros!
Es emocionante darnos cuenta de que, al no
interrumpir los planes insólitos de Dios, también veremos Sus múltiples milagros
obrando a nuestro favor.
Feliz día. ¡Dios te bendiga!
Evangelista
Wilda Messina
(Referencia: En.Contacto)
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