Apocalipsis 4.1-2, 11 “Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas. Y al instante yo estaba en el Espíritu; y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado. Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas”. Amén.
En Apocalipsis 4 podemos comprender
al Único que es digno de adoración de la humanidad. Al que su santidad revela
toda separación de transgresión. ¡Jesús!
Dado que Dios no puede
tolerar o ignorar el pecado, todo mal debe ser castigado, y toda pena
debe ser pagada por el infractor, o por un sustituto adecuado. Jesucristo
es el sustituto que pagó nuestras deudas. Único capacitado para
reconciliar la humanidad pecadora con Dios.
Su resurrección es la evidencia de que el Padre celestial
aceptó su sacrificio. Todos los que confiamos en Cristo, como nuestro
sustituto, somos reconciliados con Dios, pero quienes lo rechazan, deberán
soportar el castigo eterno por sus pecados.
Si reconocemos nuestra condición, confesamos nuestros pecados y confiamos
en Cristo y su sacrificio en nuestro favor, nuestros pecados serán
perdonados.
El Juez de toda la humanidad sabe
declararnos inocentes. Y, por si fuera poco, nos acredita la justicia
de Cristo.
Feliz día. ¡Que Dios nos dirija y bendiga!
Evangelista
Wilda Messina
(Referencia: En.Contacto)
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