Hay quienes piensan que
es suficiente creer que Jesús vivió y murió. Sin embargo, la restauración del Salvador a la vida es vital para lo
que Él decía acerca de su identidad, y para el cristianismo como fe.
Jesucristo es el Hijo de
Dios, ese que murió por nuestros pecados y resucitó, porque la muerte no tenía ningún poder sobre Él.
La resurrección validó
todo el ministerio de Jesús. Él dijo e hizo
cosas para revelar que era el mismo Dios y Señor. Cuando el Cordero de Dios
venció la muerte, confirmó su identidad.
Ese hombre que regresó
de los muertos es digno de toda nuestra esperanza. Jesucristo confirmó el poder de Dios para dar vida eterna a sus
seguidores.
La existencia terrenal
del ser humano no está destinada a tener final, sino que es el primer
capítulo de una relación hermosa e infinita con Dios.
El apóstol Pablo dijo que,
al morir, los cristianos estamos ausentes del cuerpo y presentes al
Señor (2 Corintios 5.8). ¡Así que, lo mejor está por venir!
Sin la resurrección de
Jesús no hubiese esperanza alguna. Todo creyente enfrentará el final de la
vida terrenal con la confianza de que nada le puede separar del amor de
Dios.
La muerte en Cristo es
apenas un breve viaje al hogar celestial.
Muy feliz día. ¡Dios
te bendiga!
Evangelista Wilda
Messina
((Referencia: TPSH 210314))
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