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Efesios 1.3-4 “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en Él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de Él”. Amén.
Cristo se hizo pobre para que nosotros pudiéramos tener las riquezas de la Gracia (2Corint.8.9). En otras palabras, dejó atrás su divinidad, asumió las limitaciones de la humanidad, y todo para nuestro bien.
Y, debido a ese sacrificio, quienes hemos creído en Jesucristo, somos:
ESCOGIDOS. Desde el principio para pertenecerle, mediante la santificación por el Espíritu y la Fe en la Verdad (2 Tesalonic.2.13), aunque sin merecerlo.
REDIMIDOS. Ya no somos esclavos del pecado, porque el Señor Jesús pagó la deuda que teníamos.
JUSTIFICADOS. Puesto que todos hemos pecado, pero a los ojos de Dios, somos “no culpables”. (Romanos 3.23 y 28).
RECONCILIADOS. El pecado nos enemistó con Dios, pero por medio de Cristo nuestra relación ha sido restaurada.
PERDONADOS. Dios perdona todo pecado pasado, nos perdona en el presente y también en el futuro, mientras tengamos vida.
LIBERADOS DE LA CONDENACIÓN. Nunca podríamos haber guardado la Ley a la perfección; por eso Cristo vino a cumplirla, y podemos vivir sin miedo a ser condenados (Romanos 8.1 y 2).
Dios nos ve en todos esos términos porque nos ama. Alabemos a Dios, “que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”.
Feliz día. ¡Dios te bendiga!
Evangelista Wilda Messina
(Referencia:
En.Contacto)
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