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Lucas 2.25-30 “Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor. Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley, él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo: Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación”. Amén.
Actualmente somos bastante impacientes. No es de extrañar que la Biblia incluya tantos ejemplos de paciencia piadosa. Una y otra vez, el Padre celestial hizo promesas a sus hijos, solo para hacerles esperar años, a veces décadas, para que ellas se cumplieran. Ahora bien, el resultado de esa paciencia siempre fue la bendición.
Piensa en el tiempo que esperó Simeón para sostener al niño Jesús en sus brazos. Esperó día tras día una bendición tan asombrosa.
A mucha de la gente de hoy le resultaría difícil seguir creyendo en la promesa, pero Simeón no vaciló, y su recompensa fue realmente grande.
El camino largo ha sido tomado por innumerables siervos fieles. Así que, si estás esperando al Señor, anímate, y no desesperes; que no eres el único.
Feliz día. Y ¡que Dios te bendiga!
Evangelista Wilda Messina
(Referencia: En.Contacto)
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