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Juan 3.14, 16
“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, más tenga vida eterna”. Amén.
Muchos pasan por la vida sin darse cuenta del dilema acerca de ¿cómo puede un Dios santo reconciliarse con esta humanidad pecadora? Tampoco dan importancia a la solución que Dios proveyó en el Calvario: lugar donde fue exhibido su amor, así como su justicia.
Al Adán y Eva desobedecer, condenaron a pecar a toda la humanidad. Y, desde entonces, vivimos en oposición al Dios perfecto y justo.
El Señor pudo haber abandonado a la humanidad en condenación, pero, por amor, quiso reconciliar a los pecadores consigo, sin dejar de ser justo.
Su solución fue proveer un sacrificio perfecto que lavara los pecados. Un sustituto que recibiera el castigo que merecíamos.
Por lo que Dios envió a su Hijo al mundo para cargar con el pecado de la humanidad y aquietar su propia justicia.
La cruz de Cristo representó y representa la única respuesta a este dilema.
El Padre Celestial quedó satisfecho con el sacrificio de Cristo para que, con amor eterno, pudiera recibir a la humanidad redimida en su presencia.
¿Has dado a Cristo la oportunidad de que redima tus pecados? ¿Has reconocido el sacrificio que Él hizo en la cruz a tu favor? ¡Medítalo!
Muy feliz día. ¡Dios te bendiga!
Evangelista Wilda Messina
(Referencia: En.Contacto)
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