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Génesis 2.15-17 “Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”. Amén.
Podríamos pensar en el Edén como el infame lugar de fracaso de la humanidad. Lo sucedido allí, arruinó la historia humana, también nuestra relación con Dios.
Antes de que Adán y Eva pecaran vivían en perfecta unión con Dios. Caminaban con Él libremente, recibían su amor y podían amarlo.
Consideremos el dolor de Adán y Eva al tener que dejar su primer hogar, al Dios expulsarlos del huerto y sellar su entrada. Las puertas de ese paraíso terrenal se cerraron para siempre.
Vivir ese panorama sería insoportable si no fuera por lo que Dios hizo: Él quería tanto estar con nosotros, que envió a su Hijo a morir para rescatarnos del pecado y la muerte.
El Señor Jesús mismo se convirtió en la puerta al paraíso, restaurando nuestra relación con el Padre por la Eternidad.
En Isaías 43.2-3 Dios nos recuerda: Cuando pases por las aguas, estaré contigo; si por los ríos, no te anegarán. Si por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti. Yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, ¡soy tu Salvador!
Muy feliz día. ¡Dios te bendiga!
Evangelista
Wilda Messina
(Referencia: En.Contacto)
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