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Efesios 4.29-31
“Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fueron sellados para el día de la redención. Quítese toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia”. Amén.
Las palabras pueden destruir o edificar. Todo comentario hiriente puede causar una reacción en cadena destructiva, como el daño que un fósforo encendido podría causar a un bosque. En cambio, los comentarios amables se sienten como una llovizna de verano que alivia el calor del día.
Vamos a cuidar lo que decimos. El chisme, el engaño, las quejas, las calumnias, los arrebatos de ira, el lenguaje y las bromas vulgares son condenados por la Biblia. Y no es solo evitar decir cosas malas; es decir la verdad de manera edificante.
Muchas veces, el problema no es tanto lo que decimos sino cómo lo decimos. En eso, es bien relevante el tono de voz y el lenguaje corporal, que pudieran transmitir mucho más que las palabras.
Tengamos en cuenta que los gestos amables edifican, pues muestran amor, compasión, aprecio y gratitud.
Es cierto que todos estamos lejos de la perfección, pero si saturamos la mente con la Palabra de Dios, Él transformará nuestro corazón, actitudes y, sobre todo, nuestro lenguaje.
Feliz día. ¡Dios te bendiga!
Evangelista Wilda Messina
(Referencia: En.Contacto)
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