19.02.2022
Juan 20.25-28“Le dijeron (a Tomás), los otros discípulos: Al Señor hemos visto. Él dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y mi mano en su costado, no creeré. Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, si creyente. Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!”. Amén.
Después de ver a Cristo resucitado, todos creyeron, excepto Tomás. Fue el único discípulo que se resistió a creer. ¿Te imaginas lo que era ser el único amigo inseguro?
Es posible que Tomás se haya sentido decepcionado con relación a los otros discípulos. Incluso podría haberse sentido avergonzado cuando Cristo le pidió que tocara sus heridas.
Lo que no vemos es el hecho de Tomás mostrar su vulnerabilidad. No pensemos que estaba orgulloso de dudar, pero en vez de fingir, fue sincero con sus amigos y su Salvador. Y Tomás fue recompensado al final: Jesús cambió su inseguridad en seguridad.
Como Tomás fue sincero, estuvo listo para recibir la gracia de Dios. También nosotros debemos aprender a no ocultar nuestros defectos, pues sabemos que la vulnerabilidad invita a la gracia. ¡Donde florecemos espiritualmente!
Feliz día,
¡Dios te bendiga!
Evangelista Wilda Messina
(Referencia: En.Contacto)
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