Salmos 119.66-72
“Enséñame buen sentido y sabiduría, porque tus mandamientos he creído. Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; ahora guardo tu palabra. Bueno eres tú, y bienhechor; enséñame tus estatutos. Contra mí forjaron mentira los soberbios, más guardaré de todo corazón tus mandamientos. Se engrosó el corazón de ellos como sebo, más en tu ley me he regocijado. Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos. Mejor me es la ley de tu boca que millares de oro y plata”.
Las dificultades que enfrentamos tienen su origen en alguna de las tres siguientes fuentes:
1. Son permitidas por el Señor para desarrollar la fe.
2. Son el resultado de los ataques de Satanás.
3. Pueden deberse a consecuencias por nuestros pecados.
Al considerar estas tres causas, ¿cuál es, para ti, la más difícil de soportar? Pienso que la mayoría diría que la última (la consecuencia por nuestros pecados), porque no tenemos a nadie a quien culpar sino a nosotros mismos. Porque, como dice en Gálatas 6.7, cosecharemos lo que hemos sembrado.
Sin embargo, recordemos la capacidad redentora del Señor Jesucristo. Él puede utilizar nuestros fracasos para enseñarnos valiosas lecciones, como, por ejemplo: Temor reverente a Dios, odiar el mal, andar en obediencia, etc. Lo que aprendamos también puede convertirse en nuestra protección contra el pecado futuro. Al final, nuestros errores nos serían inútiles, si aprendemos de ellos.
Por dolorosa que sea tu situación, el Padre celestial merece que le agradezcas por preocuparse en disciplinarte con Su amor. Cuando aprendes de las experiencias, las cicatrices del pecado te llevarán a restauración y a renovación de tu intimidad con Dios.
¡Feliz día y que Dios te bendiga!
Evangelista
Wilda Messina
(Referencia:
En.Contacto)
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