Hechos 7.54-59
”Oyendo estas cosas, se enfurecían en sus corazones, y crujían los dientes contra él. Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios, y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios. Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él. Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo. Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu….”. ¡Amén!
Esteban, luego de su discurso ente el concilio, hizo enfurecer fuertemente a los presentes (tal que crujían los dientes), y fue echado de la ciudad a pedradas. Pero, en todo momento, mantuvo su mirada hacia arriba, de donde percibía la misma gloria de Dios, y a Jesús sentado a la diestra.
Cómo se enfurecen los que te ven hacer lo bueno, queriendo que tú hagas lo mismo que ellos hacen. Pienso que esa es su forma de sentirse, ellos mismos, acusados y sin escapatoria.
Esteban murió lapidado. Defendió su fe hasta la misma muerte (¡y qué muerte!) pero pudo ver la gloria de Dios a su favor. Mientras las piedras caían, él clamaba: Señor Jesús, recibe mi espíritu; y no tomes en cuenta el pecado de esta gente. Y, habiendo dicho esto, partió (vs.60).
Esteban obtuvo “el título” de primer mártir cristiano; fue el primero que derramara su sangre por reconfirmar su fe en Jesucristo.
¿Estaremos nosotros dispuestos a dejarnos lapidar, quemar, desmembrar,
etc, por causa de nuestra fe en Jesucristo?
¡Sería oportuno meditar en esa pregunta! Recuerda: Esteban es un personaje bíblico digno de
imitar.
¡Feliz día, y que Dios te bendiga!
Evangelista Wilda Messina
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