Jonás 4.2-5
“Y oró a Jehová y dijo: Jehová, ¿no es esto lo que yo decía estando en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal. Ahora te ruego que me quites la vida; porque mejor me es la muerte que la vida. Y Jehová le dijo: ¿Haces tú bien en enojarte tanto? Y salió Jonás de la ciudad, y acampó hacia el oriente de la ciudad, y se hizo allí una enramada, y se sentó debajo de ella, a la sombra, hasta ver qué acontecería en la ciudad”.
Lo que normalmente se menciona de Jonás es que fue tragado por un gran pez mientras huía de Dios. Y se pasa por alto que, luego, el profeta obedeció. Él, finalmente fue a Nínive, alertó al pueblo de la ira divina, y, como resultado, se alejaron de la maldad.
Estar dentro del pez pudo haber convencido a Jonás de obedecer, pero su corazón no cambió. Siguió deseando destrucción para los ninivitas. Su amargura y renuencia se vio, pese a haber hecho el trabajo... él se sentó hasta ver qué acontecería.
Dios no fue engañado por Jonás haber hecho el trabajo encomendado; su corazón siguió siendo duro. Obedecer con espíritu renuente puede llevar a lograr el propósito, pero también a perderte el gozo de una gran recompensa.
Te ha llamado el Señor a servirle de alguna manera, ¿personalmente desafiante? Cuando obedezcas su voluntad, trata también de tener un corazón blando. Solo así, encontrarás paz y bendición por hacer el trabajo en obediencia y con espíritu humilde.
Feliz día, y que ¡Dios te bendiga!
Evangelista Wilda Messina
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