Salmos 51.1-4
“Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio”.
¿Verdad que es refrescante una ducha fría después de un día caluroso y de mucho afán? Toda la suciedad y el sudor se lavan, la ropa sucia se reemplaza por limpia, y te sientes como nuevo. Imagínate tener ese tipo de experiencia espiritual todos los días cuando te inclinas en oración para confesar tus pecados y ser limpiado.
--El peso de la culpa se levanta, y se te verá restaurado el gozo de la salvación.
Salmos 51 es la oración de confesión de David después de haber pecado contra el Señor en relación con Betsabé. David sintió fuerte malestar físico y espiritual ocultando su maldad, hasta que finalmente se humilló arrepentido, el Señor lo perdonó, lo limpió y quitó su carga de culpa y vergüenza (Salmos 32.5).
La confesión de los pecados es un privilegio y una “lluvia” espiritual refrescante que renueva nuestra relación con el Señor. Salimos limpios del pecado, aliviados de la culpa, renovados en nuestro amor y compromiso con Cristo, y llenos de gozo y esperanza.
¿De qué te sirve arrodillarte orar y
pedirle perdón a otro pecador igual que tú?, si tienes
libre acceso al que verdaderamente perdona: ¡A Dios!
Feliz día. ¡Dios te bendiga!
Evangelista Wilda Messina Ventura
(Referencia: En.Contacto)
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