Mateo 6.14-15
“Si perdonan a los hombres sus ofensas, les perdonará también a ustedes su Padre celestial; pero si no perdonan a los hombres sus ofensas, tampoco su Padre perdonará sus ofensas”.
Un caballero fue al pastor de una iglesia para pedirle consejo. Este, se sentía mal del cuerpo, y del alma. Estaba muy enfermo, y debía ser operado. Le preguntó al pastor: ¿cree que, si oro a Dios, le pido perdón, y que me sane, pudiera ocurrir un milagro? El pastor le respondió con otra pregunta. ¿Hay alguien a quien tú odies? El caballero respondió: ¡Sí, Pastor! Pero es un odio justificado. Yo no perdonaría a esas personas, pues me han ofendido demasiado.
El pastor le dijo: Jesús enseñó que no hay mérito en hacer el bien al que nos hace bien, cualquiera hace eso. La verdadera nobleza consiste en pagar con bien a los que nos hacen el mal. ¿Qué le parece si aplica eso? No se trata de justificar el odio. Si tienes razón, mayores serán los méritos de tu perdón. Si solo crees que, orando u ofreciendo algún sacrificio, te aliviaras… ¡cuán equivocado que estas!
El caballero partió, cabizbajo y meditando. Al llegar a su casa contó lo ocurrido. Le dijo a su familia: Perdónenme por todo lo que les he ofendido. Luego fue a otras personas, e hizo lo mismo… Su vida comenzó a sentir una paz que podía sobrepasarlo todo. ¡El milagro ocurrió!
El caballero fue a hacerse los análisis para la cirugía, y arrojaron que ya esa no era necesaria. Al parecer, todo el padecimiento había sido ocasionado por el odio. ¡Soltado el odio, la enfermedad corrió!
Y tú, ¿tienes a alguien que tengas que perdonar? No pases por alto esta reflexión. ¡Serás grandemente bendecido!
Ten presente que el odio y el rencor son venenos que te tomas tú mismo, queriendo que mueran otros.
Feliz día. ¡Dios te bendiga!
Evangelista
Wilda Messina
(Referencia:
Reflexiones.y.Motivacion)
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