1er. libro de Samuel 3.3-8
“Samuel
estaba durmiendo en el templo de Jehová, donde estaba el arca de Dios; … Jehová
llamó a Samuel; y él respondió: Heme aquí. Y corriendo a Elí, dijo: …,
¿Para qué me llamaste? Y Elí le dijo: No he llamado; acuéstate. Y se acostó. Y
Jehová volvió a llamar a Samuel. Y Samuel vino a Elí y dijo: Heme aquí;
¿para qué me has llamado? Y él dijo: Hijo mío, no he llamado; acuéstate. … Jehová,
pues, llamó la tercera vez a Samuel. Y él se levantó y vino a Elí, y dijo:
Heme aquí; ¿para qué me has llamado? Entonces entendió Elí que Jehová
llamaba al joven”.
¿Qué esperas al leer la Biblia? ¿Lo haces por obligación o para escuchar al Señor hablarte? Las prédicas, las clases bíblicas, los discipulados, y el tiempo de lectura de la Biblia a solas son medios que el Señor utiliza para fortalecer, consolar y alentar en el caminar con Él.
Pero hay algo elemental: La Palabra de Dios solo puede influenciar al creyente que está listo para recibirla y entenderla.
Para aprovechar al máximo tu tiempo con la Palabra de Dios, debes preparar tu corazón. Significa que estés listo para escuchar con actitud de oración y humildad.
Hoy hemos leído que al joven Samuel le llamó Dios, y que el sacerdote Elí le instruyó para que dijera: “Habla, Jehová, porque tu siervo oye” (vs.9). Un consejo extremadamente valioso para ti también.
Antes de abrir tu Biblia, di: “Habla, Dios, porque tu siervo oye”; también pídele que te ayude a entender su mensaje, y, sobre todo, a aplicarlo.
Profundizar en la Palabra de Dios consuela al afligido, fortalece al cansado, transforma al pecador, da paz al arrepentido y trae alegría. ¡La decisión es toda tuya!
¡Que Dios te bendiga!
Evangelista Wilda Messina Ventura
No hay comentarios:
Publicar un comentario