12.3.19
Lucas 7:36-38 “Uno de los fariseos
rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se
sentó a la mesa. Una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús
estaba en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando
detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los
enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume”.
Simón, el fariseo, invitó
a un grupo de líderes religiosos para una cena con Jesús. Era una reunión conformada por hombres que se
consideraban santos. Y una “mujer de la ciudad” también entró y se
arrodilló a los pies de Jesús. Lavó sus pies con lágrimas, los limpió con su
cabello, y vertió un frasco de perfume en sus pies.
Los fariseos
estaban indignados: “¡Qué vergüenza! Si
Jesús fuera realmente un profeta enviado por Dios, habría sabido que esta mujer
es malvada y la habría detenido” (vs.39). Pero Jesús leyó sus
pensamientos y dijo: “Simón, una cosa
tengo que decirte” (vs.40), y le contó la
historia de los dos deudores. Donde, uno
tenía una gran deuda, y otro una menor, y los prestamistas les perdonaron sus
deudas.
Jesús señaló la arrogancia de Simón, su espíritu crítico y su
falta de compasión. Simón no veía la depravación
de su propio corazón. Juzgaba una mujer quebrantada, pero no eres capaz de reconocer que él necesitaba
tanta, o más misericordia que ella.
Jesús mostró perdón
y restauración cuando se volvió hacia la mujer y le dijo: “Tus pecados te son perdonados” (vs.48). Él vino para restaurar
a los caídos, y para desatar a los atados por el pecado!
Si eres seguidor de Cristo, permítete ensanchar tu corazón
para que veas a las personas heridas y quebrantadas, y puedas extender tu misericordia hacia ellas. Jesús lo hizo…tú también puedes!
¡Dios te bendiga!
Evangelista Wilda
Messina
(Referencia:
WorldChallengeOrg)
No hay comentarios:
Publicar un comentario