Meditación 22.5.18
Te invito a que te tomes un tiempecito y leas en el
“Pabellón de la fe bíblico” en Hebreos 11.1-31…
El apóstol Santiago nos desafía a comprender la relación
que hay entre fe y obediencia. En Santiago 2.17,
escribe que la fe sin obras está muerta. En otras palabras, no podemos tener
creencias firmes sin obediencia.
Desarrollar una fe firme requiere tiempo. Nacemos espiritualmente por medio de una fe sencilla, como la de un niño
que recibe a Cristo como Salvador. Las convicciones se nutren de un conocimiento cada vez mayor de Dios, y de una confianza cada vez mayor en Él. Experimentar
su protección, su provisión y su poder en los momentos de prueba fortalece
nuestra fe.
Daniel es un buen ejemplo de esto. Cada vez que su fidelidad
era probada, elegía depender de Dios. A veces, era forzado por las
circunstancias, como cuando tuvo que enfrentar la orden de comer alimentos
sacrificados a los ídolos (Daniel 1.8). En otras
ocasiones, iniciaba voluntariamente una situación difícil con el fin de ayudar
(Daniel 2.24). En cada
caso, seguía la dirección de Dios.
Hebreos 11 relata
otros ejemplos de obediencia. Noé, cuando fue advertido acerca de cosas que no
veía, obedeció a Dios y construyó el arca. Y Abraham dejó su tierra para irse a
un lugar que aún no conocía, en obediencia al Señor.
Luego, en el Nuevo
Testamento, el apóstol Pablo se disponía arrestar a los cristianos cuando se
encontró con el Salvador. Dio un giro a pesar de las amenazas, las golpizas y
los naufragios, y obedeció a Dios y predicó el evangelio.
Conocer y confiar en Dios mediante su Hijo, experimentar
su presencia, y vivir en obediencia a Dios son los elementos necesarios para
desarrollar una fe inquebrantable. El Señor dijo
que nuestra obra es creer en Él (Juan 6.29). Con la
ayuda del Espíritu Santo, todos podemos tener una fe inquebrantable.
(EnContacto.org).
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