Mateo 27:27-31 "Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio, y reunieron alrededor de él a toda la compañía; y desnudándole, le echaron encima un manto de escarlata, y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos! Y escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza. Después de haberle escarnecido, le quitaron el manto, le pusieron sus vestidos, y le llevaron para crucificarle".
Previo a la Semana Santa en familia, creábamos una corona de espinas, hecha con palillos. Cada palillo representaba algo que habíamos hecho ese día, de lo cual estábamos arrepentidos y por lo que Cristo había pagado el castigo. Así, noche tras noche, asimilábamos nuestra culpabilidad y la necesidad que teníamos de un Salvador. Y además, cómo nos libró Jesús mediante su muerte en la cruz.
La corona de espinas que obligaron llevar a Jesús fue parte de un juego cruel de los soldados romanos antes de que lo crucificaran. También le pusieron un manto real, y le dieron una vara —como el cetro de un rey— que después usaron para golpearlo. Se burlaron de Él, llamándolo «Rey de los judíos» (Mt. 27:29), sin darse cuenta de que sus acciones se recordarían miles de años después.
Jesús no era un rey común, era el Rey de reyes cuya muerte, seguida de su resurrección, nos da vida eterna!
El Domingo de Resurrección, celebrábamos el regalo del perdón y la nueva vida, reemplazando los palillos con flores. ¡Qué gozo sentíamos al saber que Dios había borrado nuestros pecados, y nos había dado libertad y vida para siempre con Él!
Demos al Señor gracias por haber sufrido para darnos libertad!
Feliz y bendecido día!
Wilda M.V.
(Referencia: Nuestro pan diario)
No hay comentarios:
Publicar un comentario