Meditación 5.4.18
1 Juan 4.7-10“Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”.
¿Hay alguien en tu vida a quien te resulte difícil amar? En otras palabras, ¿hay alguien que, a pesar de las buenas intenciones, esfuerzos y conciencia que tienes de cómo debes actuar, te parece imposible demostrarle afecto? Saber que debemos amar no nos hace aptos para la tarea.
No obstante, el hecho de ser cristianos nos abre la puerta para que Dios nos capacite, al derramar su amor en nuestros corazones por medio de su Espíritu que mora en nosotros (Romanos 5.5).
1era de Juan 4.19 dice: “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero”. Qué alivio saber que el amor es un regalo de Dios, no algo que debamos fabricar. Además, el amor que produce en nosotros no es solo para los demás, sino también para Él. Dios está consciente de que no tenemos lo necesario para amarle, a menos que Él nos capacite mediante su Espíritu Santo.
El Señor no nos pide que hagamos algo sin darnos primero lo que sea necesario para obedecerlo.
Cuando confiamos en Cristo como Salvador, recibimos no solo el perdón de nuestros pecados y la adopción en la familia de Dios, sino también la capacidad de amar como Él lo hace. En efecto, su amor en nosotros y a través de nosotros, es evidencia de que hemos nacido de Dios y lo conocemos (1 Juan 4.7). Cuando nos sometemos a Él, la vida de Cristo se muestra en nosotros por medio del interés abnegado por los demás.
El Señor ha derramado su amor en nuestros corazones, y tenemos la responsabilidad de hacerlo crecer.Cada persona que nos resulte difícil amar es una oportunidad para dejar que Dios nos enseñe a amarla (1 Tesalonic. 4.9, 10). Y cada vez que aprendemos a conocer más al Señor por medio de su Palabra, nuestra adoración a Él aumenta.
(EnContacto.org).
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