Tito 2:7-8, 12 "Presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad, palabra sana e irreprochable, de modo que el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir de vosotros.
Enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente".
Un corredor se encontró a la cabeza, durante una maratón, pero supo que algo andaba mal. Se dio cuenta que los corredores de adelante habían tomado una curva equivocada, y ahora venían detrás. Él podría haber sacado ventaja de ese error, pero una fuerte sensación de integridad deportiva le dijo que no sería una victoria genuina.
Él quería ganar por ser el más rápido, y no porque los otros se habían equivocado. Fiel a sus convicciones, redujo la velocidad para permitir que los demás pasaran. Al final perdió la carrera y se quedó sin medalla, pero se ganó el corazón de sus compañeros… y un premio internacional por su muestra de juego limpio.
Eso habló bien de su fe cristiana, y quizá llevó a algunos a preguntarse: «¿Qué lo indujo a hacer eso?». Su proceder nos desafía a compartir nuestra fe mediante nuestras obras: «mostrando integridad, seriedad, palabra sana e irreprochable».
Nuestras acciones hacia los demás muestran a otros que podemos vivir de manera diferente por la obra del Espíritu Santo en nosotros. Por la gracia de Dios, podemos rechazar la impiedad y pasiones equivocadas, y vivir vidas rectas que muestren a Jesucristo viviendo en nosotros. Que tu conducta guíe a otros hacia Él!
Vive de tal manera que todos quieran conocer a Jesús!
Que Dios te dirija y bendiga!
Wilda M.V.
(Referencia: Nuestro pan diario)
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