Meditación 13.4.18
Romanos 6.1-4,11,12,14 “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia”.
¿Se ha sentido desalentado alguna vez por no vencer cierto pecado? Se siente mal cada vez que se da cuenta de que ha cedido. En su desesperación, clama al Señor por perdón, y le promete que nunca volverá a hacerlo. Pero, a pesar de sus mejores esfuerzos, pronto se encuentra pecando de nuevo, preguntándose por qué no puede obtener la victoria en ese aspecto de su vida.
Una razón por la que a veces batallamos en nuestro caminar con Cristo es por no entender lo que ocurrió en el momento de nuestra salvación, o por desconocer los recursos que Él ha puesto a nuestra disposición. Fuimos unidos a Él en su muerte y en su resurrección. Ya no somos las personas que solíamos ser, porque Cristo ahora vive en nosotros por medio de su Santo Espíritu.
Aunque tenemos una vida nueva en Cristo, todavía vivimos en lo que Pablo llama “el cuerpo del pecado” (Romanos 6.6). Sin embargo, ahora tenemos el poder del Señor para vencer el pecado, por lo que ya no somos esclavos del mismo. Y un día, cuando seamos libres del poder de la carne, ya sea cuando muramos o el Señor Jesús regrese, seremos libres hasta de la existencia del pecado.
Mientras tanto, Dios nos llama a saber y a creer que el poder del pecado ha sido anulado en nuestra vida. Los deseos de nuestra carne pecaminosa nunca pueden ser vencidos por el mejoramiento personal, sino por el cambio radical que produce Cristo viviendo en y a través de nosotros. En vez de enfrentar la tentación con nuestra naturaleza carnal, podemos decidir enfrentarla de acuerdo con el poder de la resurrección de Cristo, porque hemos muerto al pecado y ahora vivimos para Cristo. (EnContacto.org).
Romanos 6.1-4,11,12,14 “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia”.
¿Se ha sentido desalentado alguna vez por no vencer cierto pecado? Se siente mal cada vez que se da cuenta de que ha cedido. En su desesperación, clama al Señor por perdón, y le promete que nunca volverá a hacerlo. Pero, a pesar de sus mejores esfuerzos, pronto se encuentra pecando de nuevo, preguntándose por qué no puede obtener la victoria en ese aspecto de su vida.
Una razón por la que a veces batallamos en nuestro caminar con Cristo es por no entender lo que ocurrió en el momento de nuestra salvación, o por desconocer los recursos que Él ha puesto a nuestra disposición. Fuimos unidos a Él en su muerte y en su resurrección. Ya no somos las personas que solíamos ser, porque Cristo ahora vive en nosotros por medio de su Santo Espíritu.
Aunque tenemos una vida nueva en Cristo, todavía vivimos en lo que Pablo llama “el cuerpo del pecado” (Romanos 6.6). Sin embargo, ahora tenemos el poder del Señor para vencer el pecado, por lo que ya no somos esclavos del mismo. Y un día, cuando seamos libres del poder de la carne, ya sea cuando muramos o el Señor Jesús regrese, seremos libres hasta de la existencia del pecado.
Mientras tanto, Dios nos llama a saber y a creer que el poder del pecado ha sido anulado en nuestra vida. Los deseos de nuestra carne pecaminosa nunca pueden ser vencidos por el mejoramiento personal, sino por el cambio radical que produce Cristo viviendo en y a través de nosotros. En vez de enfrentar la tentación con nuestra naturaleza carnal, podemos decidir enfrentarla de acuerdo con el poder de la resurrección de Cristo, porque hemos muerto al pecado y ahora vivimos para Cristo. (EnContacto.org).
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