Meditación 01.02.18
2 Corintios 3.4-8 “Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; no que seamos
competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino
que nuestra competencia proviene de Dios, el cual asimismo nos hizo ministros
competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la
letra mata, más el espíritu vivifica. Y si el ministerio de muerte grabado con
letras en piedras fue con gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron
fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la
cual había de perecer, ¿Cómo no será más bien con gloria el ministerio del
espíritu?”
¿Qué significa servir al Señor? Sabemos que es un mandato bíblico, pero dudamos de cómo hacerlo. A
menudo, pensamos que no estamos capacitados para servir. O tal vez estamos tan
ocupados con nuestros otros deberes y responsabilidades, que encontrar el
tiempo o la energía para servir a Dios parece imposible.
En lugar de mirar el ministerio a través del lente de los
obstáculos que bloquean nuestro camino, veamos lo que Dios dice al respecto. El
verdadero servicio no es algo que hacemos para el Señor, sino algo que Él
hace por medio de nosotros. Este patrón fue establecido por Jesucristo,
quien dijo: “El Padre que mora en mí, él hace las obras” (Juan 14.10). Las vidas de los
apóstoles también demuestran que esto es lo que Dios tenía en mente. Cuando
Jesús los mandó a ser sus testigos, les dijo que esperaran hasta ser
“investidos de poder desde lo alto” (Lucas 24.49).
Al considerar el servicio como el trabajo de Dios por
medio de nosotros, podemos confiar, no en nosotros ni en nuestras
habilidades, sino en Dios, quien nos capacita para realizar lo que nos pida.
Esta perspectiva también evita que nos adjudiquemos el mérito por lo que
hagamos. Sin la orientación del Señor y el poder del Espíritu, nuestro
servicio no vale nada a los ojos de Dios, sin importar qué tan
productivo se vea desde un punto de vista humano.
Lo que hace eficaz a un servidor de Cristo, no son las
destrezas naturales, la creatividad ni la iniciativa humana, sino la total
dependencia al Señor tanto en dirección como en idoneidad. Dios usa a los
que son débiles, humildes, sumisos y obedientes para que solo Él reciba la
gloria.
(De Encontacto)
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