Meditación
16.01.18
Hebreos 3.12–4.2 “Miren, hermanos, que no haya en ninguno de ustedes
corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortarse
unos a otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de
ustedes se endurezca por el engaño del pecado. Porque somos hechos
participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra
confianza del principio, entre tanto que se dice: Si oyes hoy su voz,
no endurezcan sus corazones, como en la provocación. ¿Quiénes fueron los
que, habiendo oído, le provocaron? ¿No fueron todos los que salieron de Egipto
por mano de Moisés? ¿Y con quiénes estuvo él disgustado 40 años? ¿No fue con
los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto? ¿Y a quiénes juró que no
entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron? Y vemos que no
pudieron entrar a causa de incredulidad. Temamos, pues, no sea que
permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de ustedes parezca
no haberlo alcanzado. Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva
como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de
fe en los que la oyeron”.
A muchas personas les encanta la Biblia
porque está llena de palabras de seguridad, promesas y aliento. Pero también
contiene advertencias a las que hay que prestarles atención. Al igual que la nación de Israel en el desierto, la
iglesia a lo largo de la historia ha tenido a personas que se caracterizaron
por la incredulidad.
Jesús dijo que, aunque muchos le llaman
Señor, la prueba de la salvación se demuestra por una vida de obediencia
(Mateo 7.13-23). Usted puede haber notado el fruto de la salvación —o
la falta de este— en su iglesia.
Considere las siguientes señales que pueden
indicar que alguien necesita ser salvo:
1. A menudo se involucra en conflictos y
disensiones en la iglesia porque no tiene el fruto del Espíritu.
2. Por resistir la convicción de pecado del
Espíritu, se siente incómodo cuando el pastor hace la invitación de
arrepentimiento para salvación.
3. A veces, prefiere el papel de espectador,
y es reacio a involucrarse o a asumir un compromiso con alguna congregación.
4. Si está sirviendo en la iglesia, puede
sentirse frustrado porque trata de hacer la obra sobrenatural de Dios sin el
poder del Espíritu Santo.
5. Le cuesta entender la Biblia, pero
tampoco tiene muchos deseos de leerla.
El propósito de la advertencia de Dios no
es para que juzguemos la salvación de los demás; más bien, Él quiere que
nos hagamos un análisis y guiemos a otros a la verdad. Las consecuencias
son eternas, por lo que es importante hacer lo que dice la Biblia: “Examínense
para ver si están en la fe” (2 Corintios
13.5). Pida a Dios que le permita dirigir a otros a Jesús, y que
le ayude a parecerse cada vez más a Cristo.
(De Encontacto)
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