miércoles, 17 de enero de 2018

“Prioridades equivocadas”


Meditación 17.01.18

Lucas 12.16-21También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios”.

La parábola del rico insensato es un buen ejemplo de establecer mal las prioridades. Los creyentes modernos pueden aprender de tres errores que cometió ese hombre:
Proveer para sí mismo, no para los demás;
Proveer para su cuerpo, no para su espíritu;
Y proveer para esta vida, no para la venidera.

Existe un castigo por tener las prioridades equivocadas. Este hombre insensato murió sin tener la oportunidad de disfrutar de sus bienes. Y lo que es aun peor, murió con su alma en bancarrota.

Servir al Señor y su reino es la clave para establecer objetivos correctos. Cuando los creyentes hacen del servicio a Dios su interés principal, usarán un lente de rectitud para ordenar sus prioridades. La pregunta que debemos hacernos no es: “¿Qué debo hacer?”, sino más bien: “Señor, ¿Qué quieres que haga?” La respuesta, que debemos buscar en oración y evaluar bíblicamente, determinará aquello que debemos poner en orden.

La vida no es algo que sucede por casualidad. Nuestro estado actual está determinado en gran medida por la forma en que priorizamos nuestras preocupaciones en los meses y los años anteriores. Esto significa que podemos influir positivamente en nuestro futuro, ordenando nuestras prioridades de acuerdo con los preceptos bíblicos. Entonces, a diferencia del rico insensato de la parábola de Jesús, aprenderemos el valor eterno de proveer para los demás, para que nuestra propia alma sea alimentada. Pero, más que eso, “[acumularemos para nosotros] tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre destruyen, y donde ladrones no penetran ni roban” (Mateo 6.20).
(De Encontacto)

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