Meditación 17.01.18
Lucas 12.16-21 “También les refirió una parábola, diciendo: La heredad
de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo:
¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré:
derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis
frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados
para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio,
esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así
es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios”.
La parábola del rico insensato es un buen ejemplo de
establecer mal las prioridades. Los creyentes modernos pueden aprender
de tres errores que cometió ese hombre:
Proveer para sí mismo, no para los
demás;
Proveer para su cuerpo, no para su espíritu;
Y proveer para esta vida,
no para la venidera.
Existe un castigo por tener las prioridades equivocadas. Este hombre insensato murió sin tener la oportunidad de disfrutar de
sus bienes. Y lo que es aun peor, murió con su alma en bancarrota.
Servir al Señor y su reino es la clave para establecer
objetivos correctos. Cuando los creyentes hacen del
servicio a Dios su interés principal, usarán un lente de rectitud para ordenar
sus prioridades. La pregunta que debemos hacernos no es: “¿Qué debo hacer?”,
sino más bien: “Señor, ¿Qué quieres que haga?” La respuesta, que debemos
buscar en oración y evaluar bíblicamente, determinará aquello que
debemos poner en orden.
La vida no es algo que sucede por casualidad. Nuestro
estado actual está determinado en gran medida por la forma en que priorizamos
nuestras preocupaciones en los meses y los años anteriores. Esto significa que podemos
influir positivamente en nuestro futuro, ordenando nuestras prioridades de
acuerdo con los preceptos bíblicos. Entonces, a diferencia del rico
insensato de la parábola de Jesús, aprenderemos el valor eterno de proveer
para los demás, para que nuestra propia alma sea alimentada. Pero, más que
eso, “[acumularemos para nosotros] tesoros en el cielo, donde ni la polilla
ni la herrumbre destruyen, y donde ladrones no penetran ni roban” (Mateo 6.20).
(De Encontacto)
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