Meditación 29.11.17
Romanos 5.1-2 “Justificados,
pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor
Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta
gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria
de Dios”.
Un día le pregunté a una camarera que me servía a la
mesa. “Si usted pudiera pedirle algo a Dios, ¿qué le pediría?” Su respuesta fue
inmediata: “Quiero sentir paz”. Con lágrimas en los ojos, me dijo que su abuela
había muerto y esto la tenía turbada emocionalmente.
Muchos en nuestro mundo son como
esa joven; desean tener paz interior, pero no tienen ninguna relación con el
Señor. Muchas veces, las personas buscan satisfacción
intentando mejorar su aspecto, su condición física, su situación económica, o
su nivel social —o consumiendo drogas. Pero tales cosas no pueden dar paz al
corazón o a la mente. Solo
una relación con el Señor Jesús conduce a una paz verdadera.
Antes de ser salvos, éramos esclavos del pecado y
vivíamos enfrentados a Dios (Colosenses 1.21). Nuestras rebeliones habían creado una barrera entre Él y nosotros,
que no podíamos cruzar con nuestras propias fuerzas. Sin la intervención de
Dios, no podríamos haber encontrado el sendero de la paz. Pero nuestro Padre celestial dio la solución perfecta para nuestro problema
del pecado. Envió
a su Hijo para que Él pagara por nuestras transgresiones y eliminara la
separación que había entre Dios y nosotros.
Cuando pusimos la fe en Cristo como nuestro Salvador,
fuimos reconciliados con Dios (Romanos 5.10). En Cristo,
tenemos paz para con el Padre.
Nuestro Dios trino ha dado todo lo necesario para que
tengamos paz interior. El
Padre celestial nos abrió el camino para que seamos parte de su familia.
Jesús ofrece su paz para que podamos experimentar serenidad (Juan 14.27). Y el Espíritu Santo cultiva el fruto de la paz en nuestra
vida (Gálatas 5.22).
(De Encontacto.org)
No hay comentarios:
Publicar un comentario