Meditación de Encontacto 14.8
Mateo 17.14-20 “Cuando llegaron al gentío, vino a
él un hombre que se arrodilló delante de él, diciendo: Señor, ten misericordia
de mi hijo, que es lunático, y padece muchísimo; porque muchas veces cae en el
fuego, y muchas en el agua. Y lo he traído a tus discípulos, pero no le han
podido sanar. Respondiendo Jesús, dijo: !!Oh generación incrédula y perversa!
¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar?
Traédmelo acá. Y reprendió Jesús al demonio, el cual salió del muchacho, y éste
quedó sano desde aquella hora. Viniendo entonces los discípulos a Jesús,
aparte, dijeron: ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera? Jesús les dijo:
Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un
grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada
os será imposible”.
Nada es imposible
para el Padre celestial. Pero, aunque sabemos que el Señor es soberano en todas
las situaciones, se nos dificulta recordarlo, al igual que los discípulos en el
pasaje de hoy. Muchas veces, cuando surgen dificultades, lo que hacemos es …
Experimentar
un cambio de enfoque.
Durante las pruebas, tendemos a quitar nuestros ojos del Señor y a ver solo
nuestros problemas. Mientras más miremos nuestras circunstancias, más grandes
parecerán. Cuando nos obsesionamos con ellas, nuestra manera de pensar puede
volverse muy negativa. Aunque Dios todavía tiene una dirección que debemos
seguir, dejamos de concentrarnos en sus propósitos.
Evaluar de
manera equivocada los recursos. Cuando enfrentamos dificultades, comenzamos a hacer un inventario de
nuestras fuerzas y habilidades, y cuando ellas resultan insuficientes nos
desanimamos. La verdad es que no tenemos lo que se necesita para hacer frente a
las pruebas de la vida, Jesús mismo nos lo dijo. (Vea Juan 15.5). Pero las capacidades de Dios son ilimitadas, su poder es infinito y su
sabiduría es perfecta. Necesitamos hacer una evaluación de sus recursos, no de
los nuestros.
Ver los
obstáculos como barreras. Para el creyente, los impedimentos representan oportunidades, no
problemas. El Señor puede demostrar su poder asombroso en nuestras
dificultades. (Vea 2 Corintios 12.7-10). Si vemos las dificultades simplemente como problemas, entonces podemos
perder demostraciones del amor, del poder y de la sabiduría de Dios.
Comience cada día
con un enfoque centrado en Cristo y en la dependencia de sus recursos, y
teniendo una mentalidad de “posibilidades”.
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