Meditación 23/1/17
2 Tesalonicenses 3.6-13 "Pero ordenamos, hermanos, en el nombre de
nuestro Señor Jesucristo, que se aparten de todo hermano que ande
desordenadamente, y no según la enseñanza que recibieron de nosotros. Porque
ustedes saben de qué manera deben imitarnos; pues nosotros no anduvimos
desordenadamente entre ustedes, ni comimos de balde el pan de nadie, sino que
trabajamos con afán y fatiga día y noche, para no ser gravosos a ninguno de
ustedes; no porque no tuviésemos derecho, sino para dar un ejemplo para que nos
imiten. Porque también cuando estábamos con ustedes, les ordenábamos esto: Si
alguno no quiere trabajar, tampoco coma. Porque oímos que algunos de entre
ustedes andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entremetiéndose en
lo ajeno. A los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que
trabajando sosegadamente, coman su propio pan. Y ustedes, hermanos, no se
cansen de hacer bien".
Muchas personas no se
dan cuenta que la pereza es un pecado. Pero, al igual que cualquier otra mina
terrestre, tiene el potencial de hacer daño y destruir vidas. Estar
constantemente ocioso y ser improductivo es contrario a las enseñanzas de las
Sagradas Escrituras. Y todo lo que vaya en contra de la Palabra de Dios es
pecado. En la parábola de los talentos, dijo Jesús del siervo que había
enterrado el dinero de su señor: “¡Siervo malo y perezoso!” (Mateo 25.26). El
Señor puso tanto a la maldad como a la pereza en la misma categoría indeseable.
El
libro de Proverbios da una descripción de la persona perezosa. 1ero: Carece
de decisión; y posterga lo que tiene que hacer (Proverbios 20.4).
2do: Utiliza cualquier excusa para evitar trabajar (Proverbios 22.13).
3ero: Desperdicia el tiempo (Proverbios 6.9-11).
Y, por último, es negligente y descuidada (Proverbios 24.30-32).
La
pereza no se ajusta a lo que somos como creyentes. Nuestro Padre espera
de nosotros que vivamos con determinación, y trabajemos con diligencia;
ser perezosos y hacer mal las cosas daña nuestro testimonio. Proverbios 25.19 advierte: “Como diente roto y pie
descoyuntado es la confianza en el prevaricador en tiempo de angustia”. Una
persona no confiable deja las tareas sin terminar y, como resultado, es un
pésimo testigo para Cristo.
Tenemos
la maravillosa oportunidad de participar en la obra de Dios, y eso incluye
actuar bien como una demostración de obediencia. Decida trabajar para Él hoy.
(De Encontacto.org)
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