Meditación 17.05
Filipenses 4.11-13 "No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé
vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado,
así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como
para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece".
El “éxito” es, a menudo, difícil de definir.
Nuestros ojos humanos lo ven en las ganancias de un empresario, en la fama de
una estrella de cine y en la excepcional habilidad de un deportista. En
cualquier campo asociamos, por lo
general, el éxito con fama, dinero y poder.
Si estas fueran, verdaderamente, las maneras de
medir el éxito, entonces no podríamos
llamar “exitoso” al apóstol Pablo. ¿Fue él famoso? Su vida, en realidad,
fue tristemente célebre. Era un notorio
alborotador para los judíos y los estrictos gobernantes romanos.
¿Fue rico? Como un líder entre los judíos,
probablemente lo fue. Sin embargo, cuando
Jesucristo lo llamó para sembrar el evangelio en el mundo, su situación
económica cambió rápidamente.
¿Fue poderoso? A
los ojos del mundo era simplemente un predicador extraño e impetuoso de una
nueva religión. Estuvo preso muchas veces, no tenía una presencia admirable
y era víctima de un padecimiento que desconocemos (2 Corintios 12.7).
Pero ¿no fue poderoso? Por sus propias fuerzas, Pablo era tan débil como cualquier otro
hombre. Él dijo de sí: “Pues no hago el bien que deseo, sino que el mal que no quiero, eso practico” (Romanos 7.19). Sin
embargo, Pablo tenía acceso al poder más
asombroso que el mundo había conocido: el poder en Jesucristo. Frente a la debilidad,
exclamó: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4.13).
Ese mismo poder está disponible para usted hoy. Alabe a Dios
por hacerle triunfador mediante su Hijo Jesucristo.
(De Encontacto.org)
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