viernes, 22 de abril de 2016

"Requisitos de la santidad"

Meditación 22.04

1 Corintios 1.3-9 "Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús; porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia; así como el testimonio acerca de Cristo ha sido confirmado en vosotros, de tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo; el cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor".

Muchas personas tienen un concepto errado de la santidad. Su idea de un santo es una persona que ha llevado una vida tan ejemplar, que es venerado por la iglesia, aunque la Palabra de Dios presenta un cuadro bastante diferente. La iglesia en Corinto tenía todo tipo de problemas de conducta, pero Pablo describe a los creyentes como “los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos” (1 Corintios 1.2).

Santificar significa apartar del uso común para el uso sagrado. A lo largo de la Biblia, el Señor ha santificado días (tales como el día de reposo), lugares (el tabernáculo), cosas (el arca del pacto) y personas. Un santo es simplemente una persona que Dios ha escogido para sus propósitos. Esto significa que todo creyente es santo.

Antes de que usted fuera (o sea) salvo, su posición en relación con Dios era (es) de enemistad (Romanos 5.10). Pero en el momento que confió (confíe) en Cristo como su Salvador personal, el Señor cambió (cambiará) su posición y le apartó (apartará) para Él. Nació de nuevo y ahora es su hijo. Le perdonó sus pecados y le declaró justo. Un santo no es una persona perfecta, sino alguien que está en una relación correcta con Dios. Aunque nuestra posición de santificación no se basa en la buena conducta, el Señor espera que vivamos de una manera que le honre.

Dios le apartó a usted para un propósito santo. Eso significa que está en este mundo, no para vivir como quiera, sino para glorificar a Dios. El Señor nos llama a vivir de acuerdo a nuestra nueva posición en Cristo. Rechazar esta responsabilidad de la santidad es un claro acto de ingratitud que entristece el corazón de Dios.
(De Encontacto.org)

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