Meditación 22.04
1
Corintios 1.3-9 "Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor
Jesucristo. 4 Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por
la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús; porque en todas las cosas
fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia; así como el
testimonio acerca de Cristo ha sido confirmado en vosotros, de tal manera que
nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor
Jesucristo; el cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis
irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, por el
cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro
Señor".
Muchas
personas tienen un concepto errado de la santidad. Su idea de un
santo es una persona que ha llevado una vida tan ejemplar, que es venerado por
la iglesia,
aunque la Palabra de Dios presenta un cuadro bastante diferente. La
iglesia en Corinto tenía todo tipo de problemas de conducta, pero Pablo
describe a los creyentes como “los santificados en Cristo Jesús, llamados a
ser santos” (1 Corintios 1.2).
Santificar
significa
apartar del uso común para el uso sagrado. A lo largo de la Biblia, el Señor
ha santificado días (tales como el día de reposo), lugares (el tabernáculo),
cosas (el arca del pacto) y personas. Un
santo es simplemente una persona que Dios ha escogido para sus propósitos.
Esto significa que todo creyente es santo.
Antes
de que usted fuera (o sea) salvo, su
posición en relación con Dios era (es) de enemistad (Romanos 5.10). Pero en
el momento que confió (confíe) en Cristo como su Salvador personal, el Señor cambió (cambiará) su
posición y le apartó (apartará) para Él. Nació de nuevo y ahora es su hijo.
Le perdonó sus pecados y le declaró justo. Un santo no es una persona
perfecta, sino alguien que está en una relación correcta con Dios. Aunque
nuestra posición de santificación no se basa en la buena conducta, el Señor
espera que vivamos de una manera que le honre.
Dios
le apartó a usted para un propósito santo. Eso significa
que está en este mundo, no para vivir como quiera, sino para glorificar a Dios.
El Señor nos llama a vivir de acuerdo a nuestra nueva posición en Cristo.
Rechazar esta responsabilidad de la santidad es un
claro acto de ingratitud que entristece el corazón de Dios.
(De
Encontacto.org)
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