Meditación 25.04
Salmos 50.15
"E
invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás".
En
las películas de aventuras, a menudo vemos personas atrapadas e impotentes,
buscando frenéticamente una manera de escapar. Podemos, a veces, sentir que la
vida real es así, y cuando comenzamos a buscar una salida, nuestras oraciones
se llenan de ruegos de auxilio —por salud física, cambio de circunstancias,
ayuda para cubrir nuestras necesidades.
¿Ha
pensado usted alguna vez que más importante que el socorro físico es la
liberación espiritual?
(Vea
Efesios 6.12). Ante todo, Jesucristo le ha
liberado del poder y del castigo del pecado. Como su Salvador, Él conoce
su impotencia continua frente a hábitos pecaminosos, emociones descontroladas y
malos pensamientos. Él quiere liberarle de esos pecados. Por tanto, procure
su promesa de socorro espiritual cada día, ya sea que una crisis física amenace
o no su vida.
Siga
el ejemplo del salmista, quien clamó a Dios por liberación (Salmos 50.15). Comience por reconocer delante
de Dios su impotencia. Confiese cualquier temor, incredulidad o
autosuficiencia que pueda detectar en su vida. Renuncie a todos sus intentos
por cambiar, que dejen de lado al Padre
celestial. Vuelva a Él su mirada. Piense en su relación con Él, en
quién es y en lo que desea. Deje que el Espíritu Santo llene su espíritu con
la verdad de la Palabra de Dios. Medite en ella.
Comprométase a seguir la voluntad del Señor. Confíe en Él,
y espere el cambio que hará en su vida. Llegará el día cuando el
sentimiento de impotencia se marchará al ser reemplazado por el gozo de ser
libre. Cuando eso suceda, dele la gloria a Dios.
(De
Encontacto.org)
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