Meditación 21.04
Romanos 8.32-39 "El que no escatimó ni a su
propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos
dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios
es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió;
más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de
Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del
amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez,
o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo
el tiempo; somos contados como ovejas de matadero. Antes, en
todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni
principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo
profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que
es en Cristo Jesús Señor nuestro".
Hemos estado aprendiendo
sobre el asombroso plan del Señor para salvarnos por toda la eternidad. Un
argumento convincente para creer en la seguridad eterna se encuentra en dos de
las preguntas del escritor en Romanos 8.
¿Quién acusará a los escogidos de Dios? La respuesta es sencilla: nadie
puede acusar a los creyentes y condenarlos. Satanás trata de hacerlo, desde
luego, pero Dios nos ha justificado por medio de su Hijo Jesucristo;
Él ha declarado que ya no somos culpables.
¿Quién nos separará del amor de Cristo? Sin duda, hay muchas
experiencias que ponen a prueba nuestra fe, pero somos salvos por la
gracia de Dios. Jesús entiende nuestras pruebas y dudas, y no
está interesado en desecharnos al primer paso en falso que demos. Dios
ha sabido siempre que cometeríamos miles de errores después de recibir a Cristo,
pero Él no nos dejará.
Cuánto más
conocemos a Jesús, y su amor por nosotros, más le amamos y más queremos
agradarle, por siempre.
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