Meditación 26.04
Efesios
3.13-19 "Por
lo cual pido que no desmayéis a causa de mis tribulaciones por vosotros, las
cuales son vuestra gloria. Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de
nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en
la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser
fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite
Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados
en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea
la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo,
que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de
Dios".
El apóstol
Pablo escribió con frecuencia sobre la necesidad de confiar en el poder de
Cristo. Transmitió a sus lectores una promesa que le había dado el Señor: “Bástate
mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12.9). Pablo fue un
gran líder de la fe cristiana, pero a los ojos de Dios no era más merecedor de
la gracia que cualquier otro creyente. Usted y yo podemos tener la misma
confianza en el poder del Señor que tuvo este valiente misionero del primer
siglo.
Cuando
Pablo recibió al Señor Jesús como su Salvador, fue adoptado como hijo de Dios. Por tanto, tenía
todos los privilegios que acompañan a un hijo nacido de nuevo: sus pecados
fueron perdonados (Hechos 2.38), fue apartado
para el servicio del Señor (Gálatas 1.15), y recibió al
Espíritu Santo (Juan 14.17). Pablo fue un
siervo efectivo, porque el Espíritu derramaba su poder sobre él cada vez que
Dios le daba una misión a cumplir.
Pensemos
en el tiempo que Pablo estuvo preso. El Espíritu Santo le dio el vigor
físico y mental para soportar los rigores de la cárcel. Al mismo tiempo,
puso en el corazón de los otros creyentes la carga de proveer para sus
necesidades materiales (Filipenses 4.18). Pero lo más
importante fue que el Espíritu Santo ensanchó el ministerio de Pablo al
darle el valor para testificar de Jesús a sus carceleros romanos (Filipenses 1.13).
Pablo
confiaba en el Señor para tener fortaleza, y por eso nunca renunció a su fe. Servimos al mismo
Dios Todopoderoso, lo que significa que no tenemos ninguna excusa para huir
de su plan para nuestra vida. El Espíritu Santo mora en nosotros, y está
listo para darnos su poder si obedecemos el llamado del Señor.
(De
Encontacto.org)
No hay comentarios:
Publicar un comentario