Meditación 12.04
2 Corintios
5.1-10
"Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo,
se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna,
en los cielos. Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella
nuestra habitación celestial; pues así seremos hallados vestidos, y no
desnudos. Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con
angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo
mortal sea absorbido por la vida. Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios,
quien nos ha dado las arras del Espíritu. Así que vivimos confiados siempre, y
sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor
(porque por fe andamos, no por vista); pero confiamos, y más quisiéramos estar
ausentes del cuerpo, y presentes al Señor. Por tanto procuramos también, o
ausentes o presentes, serle agradables. Porque es necesario que todos nosotros
comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según
lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo".
Como creyentes en Jesucristo, tenemos la seguridad de salvación. No tenemos que temerle a la eternidad, porque sabemos que moraremos para siempre con el Señor. ¡Qué bendición!
Salvación implica más que solo ir al cielo;
también tiene que ver con el proceso de ser cada vez más como Jesucristo
mientras vivamos en la Tierra. Pero un día se nos pedirá cuenta de cómo
utilizamos las oportunidades, capacidades y recursos que tuvimos.
En su parábola de los talentos, el Señor
Jesús habló de la importancia de invertir sabiamente todo lo que nuestro
Padre celestial nos ha concedido (ver Mateo 25:14-30). Dios da a
sus hijos diferentes tipos de riquezas, dones, bendiciones y circunstancias;
y lo que le importa al Señor es cómo utilizamos esas cosas,
no cuánto tenemos. ¿Acaso solo usamos para
nuestro bien y nuestra protección todo lo que Él nos ha dado? ¿O
tomamos con generosidad y alegría lo que tenemos para usarlo en el servicio a
los demás? Estas son preguntas que tendremos que responder en el día del
juicio.
Esta rendición de cuentas, por supuesto, no
será la llave para nuestra eternidad en el cielo (este asunto ya fue resuelto
cuando aceptamos a Cristo como Señor y Salvador), pero seremos recompensados
por cómo invertimos nuestra vida. Piense en las bendiciones que tiene. ¿Cómo
utiliza todo lo que el Padre celestial le ha dado, es decir, tiempo,
capacidades y dinero? Cada uno debe decidir cómo vivirá. Nuestra
responsabilidad es ser fieles al Dios vivo, haciendo todo lo que nos
llame a hacer.
(De Encontacto.org)
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