Reflexión escrita por Lydia Morales -http://avanzapormas.com
Cuando
éramos niños -cada vez que salíamos fuera de casa, mi padre solía
recitar con nosotros Salmos 121. Mientras lo recitaba, venía a mi
mente la estampa vívida del lugar montañoso donde vivía. Desde el
balcón de mi casa, podía ver los montes adyacentes, con algunas
casas y calles. Pero mi vista sólo alcanzaba ver la parte interior
de esos montes, no podía ver lo que pasaba al otro lado del monte, o
si alguna persona o vehículo se aproximaba, hasta que llegaban al
lado donde sí podía ver.
Así
como el salmista dice: “Alzaré mis ojos a los montes; ¿de dónde
vendrá mi socorro?” (v.1),
muchas veces, hay montes que se levantan en nuestra vida, que nos
impiden ver lo que pueda estar pasando al otro lado, o lo que pueda
estarse acercando. Es como si estuviéramos en medio de ese valle de
desolación y sólo a nuestro alrededor hay montañas que nos impiden
salir de él o ver si viene la ayuda de camino.
En
ocasiones, los montes pueden ser mucho más altos a nuestra vista, y
sólo estamos mirando a ver por dónde puede estar la salida. Estamos
esperando ver esa luz a la distancia que nos indique el camino a
seguir. Por eso, tendemos a mirar hacia arriba y decir entre sí:
“¿Cómo podré salir de esta situación?”,“¿Quién podrá
ayudarme a salir de esto?”, “¿De dónde vendrá mi socorro?”.
Sin
embargo, es en esa posición de impotencia, abandono o descontrol que
alzamos nuestros ojos al cielo. Nuestra posición nos obliga a tener
que alzar nuestra mirada y exclamar: “Mi socorro viene de Jehová,
que hizo los cielos y la tierra” (v.2).
Hay
alguien mucho más grande que yo, más grande y más alto que el
monte que se levanta en mi vida, y tiene que estar arriba en los
cielos. Tiene que ser el Dios creador de los cielos y la tierra,
quien habita en las alturas y mira desde los cielos a la tierra y
acude al socorro de su criatura (ver
Salmos 14:2; 33:13; 53:2; 85:11; 102:19).
Él
es siempre nuestro oportuno socorro, nuestro pronto auxilio en las
tribulaciones (ver Hebreos
4:16; Salmos 46:1). Así como vemos la tierra, plana y
redonda, desde la cámara potente de alguna nave espacial (como
cuando vemos algún documental por la televisión), así mismo ve
Dios la tierra desde las alturas. ¡Las montañas no se ven como
montañas! Desde arriba no se puede apreciar cuán alta es la
montaña. Así que a Dios no le impresiona nada de eso. ¡Él se
enfoca en ti y solamente en ti!. Por eso es que no tenemos por qué
estar atemorizados. Nuestro Dios es alto y sublime, pero también
está accesible a nosotros.
El
ha dicho: «Yo habito en la altura y la santidad, pero habito también
con el quebrantado y humilde de espíritu, para reavivar el espíritu
de los humildes y para vivificar el corazón de los quebrantados.
Porque no contenderé para siempre, ni por siempre estaré enojado,
pues decaerían ante mí el espíritu y las almas que yo he
creado…Produciré fruto de labios: Paz, paz para el que está lejos
y para el que está cerca», dice Jehová. «Yo lo sanaré» (Isaías
57:15-16, 19). Dios tiene cuidado de sus criaturas, de sus
hijos. Sólo espera que le abramos el corazón.
La
única manera en que Dios puede habitar dentro de nosotros es
pidiéndole a Él que venga y haga morada en nosotros; y Él lo hace
por medio de su Espíritu. Nuestro espíritu está anhelando
conectarse con Él para ser reavivado; nuestro corazón, nuestra
mente y nuestros pensamientos también anhelan ser vivificados. Sólo
así se podrá producir en nosotros la paz, el descanso y la
confianza que necesitamos tener cuando las situaciones difíciles nos
rodean como montes a nuestro alrededor.
Anímate
a levantar tu rostro, a enfocar tu mirada en Aquel que es tu socorro.
Cuando te enfocas en los cielos, lo demás a tu alrededor se vuelve
insignificante. Confía de todo corazón en Dios, quien te creó y te
conoce, aun desde antes que existieras en este mundo. Él está ahí
para sostenerte, para ayudarte y para darse a conocer tal como Él
es: el Dios de paz, el Dios que provee, el Dios que sana y el Dios
que te bendice.
(Lydia
C. Morales es la editora de Vida Cristiana y directora del Grupo
Hispano Internacional que incluye, además, la editorial Casa
Creación.)
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