Meditación 8.4
Efesios
2.8-9
"Porque
por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es
don de Dios; no por obras, para que nadie se
gloríe".
Hace
poco estuve hablando con un hombre sobre su vida espiritual. Cuando le
pregunté: “¿Es usted salvo?”, respondió: “No, pero estoy trabajando en eso”.
Cuando le pedí más detalles, me dijo que estaba haciendo algunos cambios en su
vida. Había dejado de fumar y beber, entre otras cosas. Me dí cuenta de que
debía ayudarlo a entender algunos principios importantes, ya que su única
confianza hasta ese momento era mejorar su condición física.
Lo
que este hombre necesitaba entender es que lo que hagamos o abandonemos por
Jesús no tiene importancia. El Señor no está buscando a personas que cambien
algunos hábitos por la pura fuerza de voluntad; está llamando a personas a
rendirse a Él. La única acción que Dios espera de alguien que le busca es que
crea en Jesús; en que Él es quien dice ser; en que hará lo que
dice; en que tiene la autoridad para perdonar; y en que equipará
a su pueblo para tener una vida agradable a Dios. Por estas convicciones, el
nuevo cristiano tiene la capacidad de apartarse de su vieja vida; en otras
palabras, para arrepentirse y comenzar el proceso de convertirse en
“una nueva criatura” (2 Corintios 5.17).
No nos convertimos en personas salvas eliminando viejos hábitos,
ni comenzando otros de tipo religioso; somos
transformados por el poder salvador de Jesucristo cuando creemos en Él.
Puesto que no podemos ganar la salvación, nadie puede jactarse
delante de Dios. Toda nuestra moralidad, buenas
obras y esfuerzos por cambiar, no son más que basura en comparación con la
santidad de Jesucristo (Isaías 64.6). Solo su justicia puede cubrir nuestros pecados y hacernos
justos delante del Padre.
(De Encontacto.org)
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