viernes, 8 de abril de 2016

"El Dios que salva"

Meditación 8.4

Efesios 2.8-9  "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;  no por obras, para que nadie se gloríe".

Hace poco estuve hablando con un hombre sobre su vida espiritual. Cuando le pregunté: “¿Es usted salvo?”, respondió: “No, pero estoy trabajando en eso”. Cuando le pedí más detalles, me dijo que estaba haciendo algunos cambios en su vida. Había dejado de fumar y beber, entre otras cosas. Me dí cuenta de que debía ayudarlo a entender algunos principios importantes, ya que su única confianza hasta ese momento era mejorar su condición física.

Lo que este hombre necesitaba entender es que lo que hagamos o abandonemos por Jesús no tiene importancia. El Señor no está buscando a personas que cambien algunos hábitos por la pura fuerza de voluntad; está llamando a personas a rendirse a Él. La única acción que Dios espera de alguien que le busca es que crea en Jesús; en que Él es quien dice ser; en que hará lo que dice; en que tiene la autoridad para perdonar; y en que equipará a su pueblo para tener una vida agradable a Dios. Por estas convicciones, el nuevo cristiano tiene la capacidad de apartarse de su vieja vida; en otras palabras, para arrepentirse y comenzar el proceso de convertirse en “una nueva criatura” (2 Corintios 5.17).

No nos convertimos en personas salvas eliminando viejos hábitos, ni comenzando otros de tipo religioso; somos transformados por el poder salvador de Jesucristo cuando creemos en Él. Puesto que no podemos ganar la salvación, nadie puede jactarse delante de Dios. Toda nuestra moralidad, buenas obras y esfuerzos por cambiar, no son más que basura en comparación con la santidad de Jesucristo (Isaías 64.6). Solo su justicia puede cubrir nuestros pecados y hacernos justos delante del Padre.
 (De Encontacto.org)

Hoy es un buen día, para decirle a Cristo:  Quiero ser salvo por tu gracia, ese don que solo tú puedes ofrecer; quiero cambiar mis hábitos de vida y rendirme a ti. Hoy reconozco que eres Hijo de Dios, y que tus palabras son verdaderas; que solo tú tienes potestad para perdonarme y darme una vida que sea agradable a Dios. Quiero ser un cristiano verdaderamente arrepentido, genuino, con sello visible de tu Espíritu Santo. Hoy reconozco que mis buenas obras nunca te impresionarán, porque tu salvación no tiene precio. Jesús, toma tú el control de mi vida, a partir de este día.  Amén.     (WMV)

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