viernes, 11 de septiembre de 2015

“Nuestra Fuente de Consuelo”

MEDITACIÓN 11.9

2 Corintios 1.3-7 “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación. Pero si somos atribulados, es para vuestra consolación y salvación; o si somos consolados, es para vuestra consolación y salvación, la cual se opera en el sufrir las mismas aflicciones que nosotros también padecemos. Y nuestra esperanza respecto de vosotros es firme, pues sabemos que así como sois compañeros en las aflicciones, también lo sois en la consolación.”

La definición de consuelo  según el mundo, es el alivio del sufrimiento o de la desesperación. Pero el Señor tiene un concepto diferente. Las adversidades que Él permite que lleguen a la vida de un creyente son instrumentos de enseñanza. Debido a que maduramos espiritualmente por medio de la fe, nuestro Padre celestial no elimina la causa de nuestros problemas, sino que nos da la fortaleza y el aliento necesarios para que nos ocupemos de ellos.

Ya sea que estemos sufriendo o no en este momento, el Espíritu Santo está a nuestra disposición. Dios envió a su Espíritu a morar dentro de todos los creyentes —de esa manera, nuestra fuente de ayuda está tan cerca como el corazón que late en nosotros. Nadie más entiende nuestra necesidad de la manera como Él lo hace. Cuando nos sentimos incapaces de soportar un segundo más de aflicción, Él susurra en nuestra alma: “Sí, sí puedes, porque yo estoy aquí”. No hay un bálsamo tan curativo como la voz del Espíritu de Dios.

En algunas circunstancias, el Espíritu dirige nuestra mente a las Sagradas Escrituras. Leer un pasaje es una manera de escuchar directamente al Señor. El significado y la aplicación personal de un pasaje bíblico pueden no ser evidentes de inmediato, pero Dios nos hará recordar el versículo cuando más lo necesitemos.

El Señor no puede romper sus promesas, y Él ha dicho: “Nunca te dejaré; jamás te abandonaré” (Hebreos 13. 5 ). Él siempre está dispuesto a ayudarnos, su consuelo está a nuestro alcance y es suficiente para satisfacer nuestra necesidad, sea cual sea el grado de nuestra aflicción.
 (De Encontacto.org)

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