miércoles, 5 de agosto de 2015

“La Justicia y la Misericordia de la Cruz”

MEDITACIÓN 5.8

Romanos 3.23-27 “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús. ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe.”

La cruz de Jesucristo nos presenta un dilema. Si el Padre celestial es bueno y amoroso, ¿por qué dejó que su Hijo soportara la agonía de la crucifixión? Desde nuestra perspectiva humana, no hay nada de amoroso en esta escena. Pero, al mirar más allá de lo evidente, veremos una maravillosa demostración de amor.

Para comprender lo que sucedió en la cruz, tenemos primero que entender que el Señor es absolutamente recto y justo. Él siempre hace lo que es correcto, y nunca actúa en contra de su Palabra. En cambio, la humanidad es pecadora y merecedora del castigo eterno. Dios no podía simplemente decidir perdonarnos, porque entonces dejaría de ser justo —la justicia requiere que se reciba un castigo por el pecado. Entonces sería, condenarnos a  todos, o idear un plan que compensara su justicia, y que  al mismo tiempo muestre misericordia.

Antes de la fundación del mundo, Él ya había ideado ese plan (Apoc. 13.8): Su Hijo inmaculado vendría al mundo en carne y hueso para llevar nuestros pecados. El Padre puso sobre Él toda nuestra culpa y todo nuestro castigo. Gracias a que el pago hecho por el Salvador satisfizo plenamente la justicia divina, el hombre pecador  puede ahora ser declarado justo. La justicia castigó al pecado, y la misericordia salvó a los pecadores.

No importa quién sea usted o lo que haya hecho, si acepta el pago de Cristo hecho a su favor, será salvo. La misericordia y el amor de Dios se demuestran por el mismo acto que pareció cruel y horrible. Este era el único plan que podía salvarnos, y el Hijo perfecto de Dios era el único calificado para dar su vida en lugar nuestro. Y además, el Señor Jesús lo hizo con gozo.
(De Encontacto.org)

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